By Angela Rojas Mendez

Psicóloga, Terapeuta Familiar

@fundaterapia

Es normal sentir tristeza, sin embargo cuando ese sentimiento perdura en el tiempo, unido con la desesperanza, la sensación de impotencia, el llanto constante, el dormir poco -o mucho-, el pensamiento de “no servir para nada” y la pérdida de un sentido de vida, estamos entonces ante una depresión.

Hay muchos otros síntomas de este sufrimiento emocional que afecta no solo al individuo que lo padece, sino a su familia. Los padres, hermanos e hijos también se ven afectados por el dolor, y la presencia de una depresión en un hogar puede ser sinónimo de preocupación y conflicto.

Según las estadísticas del Ministerio de Salud de Colombia, la depresión esta teniendo una alta prevalencia en el país, con un incremento del 5% en los adultos, ubicándola como la segunda causa de consulta e incapacidad en salud, aspecto que se vio aumentado tras la cuarentena contra el Covid 19. Si tenemos en cuenta ese aumento, comprenderemos que las estadísticas hablan de individuos, pero no podemos dejar de pensar en las familias de estos, y en consecuencia las cifras de afectación se multiplican de manera preocupante.

¿Pero cómo afecta la depresión a la familia?

Se puede pensar que las emociones son individuales, y que a “solo al afectado le duelen”, pero en términos de relaciones no es así. Es común en la persona deprimida sentir falta de solidaridad o comprensión por parte de su familia y amigos. La verdad es que cuando hay sufrimiento en una persona, los demás lo notan aunque puede que muchas veces no sepan qué es lo que realmente esta ocurriendo.

Los profesionales de la salud mental sabemos que existen muchas circunstancias que esconden una depresión: El alcoholismo, el consumo de sustancias, los ataques de ira, los trastornos de alimentación y muchos otros problemas. Es por tanto necesario hacer conciencia y trabajar en la propia salud emocional.

Un ser humano deprimido, en la mayoría de los casos tiene la percepción de dar mucho y recibir poco. Adicionalmente, es común que las personas con una profunda tristeza se sientan frustradas, y las interacciones con su familia y entorno sean desagradables. Son personas que gritan, se molestan con facilidad, exigen demasiado, se frustran fácilmente, son negativas y no quieren hacer cosas nuevas. De otra parte tambien existe el caso contrario, personas deprimidas que no expresan disgusto o dolor para no incomodar o afectar a otros, pero que en su interior se están hundiendo y debaten con su propia existencia. En ambos casos, frecuentemente la persona que sufre se aísla, o es, según las circunstancias también aislada.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Primero comprender que todos en la familia sufren, aunque uno sea el protagonista principal y lo viva de manera diferente. Si bien el origen de la depresión tiene un componente biológico, no podemos desconocer que la experiencia del ser humano y la interacción con la familia y sociedad tiene un peso enorme tanto en el curso de la problemática como en su recuperación.

La depresión es como una piedra enorme en un rio pequeño que bloquea el cauce. En la medida que se visibilice el dolor, se mejore la comunicación y se ofrezcan alternativas de apoyo realistas, la persona que esta deprimida puede ser ayudada, y esa piedra puede disminuirse para que por fin fluya el agua. Si bien la recuperación puede tardar, todos estarán en el mismo cauce que recuperó el norte. No obstante, para lograr quitar esa piedra que afecta a todos, es fundamental que las personas trabajen en contra de su propia resistencia al cambio. Suele ocurrir que, por bizarro que pueda parecer, nos acostumbramos al problema y nos rehusamos a hacer cosas diferentes, porque “nos hemos acostumbrado a estar mal”.

El que hace cosas diferentes, tendrá resultados diferentes. Por ello, se recomienda buscar la ayuda de un profesional, psiquiatra y/o psicólogo preferiblemente terapeuta familiar. El profesional en la terapia, ofrecerá no solo alternativas individuales, sino que incluirá a la pareja y a la familia en el proceso, para ayudar con el dolor de los otros miembros, y entre todos encontrar la solución; porque cuando mamá o papá sufren, a los hijos también les duele.

Contar con la familia como vehículo de cambio, y como apoyo a la persona deprimida, puede ayudar a disminuir factores de riesgo, tales como una auto-lesión o un intento suicida. La invitación es entonces a cuidar y cuidarse, buscar ayuda, dejarse ayudar, escucharse en familia y buscar soluciones con amor.