By Angela Rojas Mendez

Psicóloga, Terapeuta Familiar

@fundaterapia

En la práctica de la terapia familiar, es frecuente encontrar jóvenes adultos en conflicto con sus padres, por considerar que estos no los tratan como adultos, y continúan exigiéndoles como si fueran adolescentes.

En este panorama  se pueden encontrar dos vertientes de la relación paterno- filial: La primera se trata de jóvenes que tienen un comportamiento obediente pero que sienten que no pueden tomar decisiones por si mismos sin involucrar a los padres. La segunda comprende a jóvenes que tienen conductas de riesgo, no han demostrado autonomía suficiente ni responsabilidad, lo que hace que sus padres asuman una postura de control.

En ambas vertientes los padres no confían en sus hijos jóvenes adultos, y necesitan seguir manteniendo el control sobre ellos, y los convierten en adultescentes. Esto es mas frecuente en familias latinas que tienen el  reto de soltar, responsabilizar y tratar como adultos a sus hijos entre 18 y 28 años.

Para comprender este fenómeno  es necesario entender el origen relacional a partir de los cambios sociales, económicos y culturales.

Hace más de 50 años, las familias tenían mejores oportunidades laborales y estabilidad económica. A nivel cultural era común que los jóvenes se casaran en edades muy tempranas, y formaran familias con cierta estabilidad. En la actualidad, la situación económica ha cambiado, haciendo que muchos jóvenes no vean como una opción la convivencia en pareja y  proyecten su vida hacia el estudio. El alto costo de vida, los bajos salarios y las pocas posibilidades laborales, hacen que los jóvenes decidan continuar en el hogar con sus padres, y por bajo sus normas.

Otro aspecto a considerar,  es  el cambio generacional en la finalización de la educación secundaria y la entrada en los estudios técnicos y universitarios. El  joven termina los estudios básicos e inicia los estudios superiores  siendo aún adolescente entre los 17 y 18 años, y pasada la mayoría de edad aún se encuentra  estudiando y bajo el apoyo económico de sus padres. Esa transición es difícil de visualizar para los progenitores quienes mentalmente consideran a sus hijos como menores e inexpertos.

La experiencia en terapia familiar evidencia los conflictos generacionales, que han sido estudiados  por presentarse a lo largo de décadas y que se manifiestan en frases como esta:

“Mi madre siempre me dice que a mi edad ya estaba casada, tenía tres hijos y trabajaba, no entiende el porqué yo tengo tantos problemas para tener pareja y conseguir trabajo”

En este contexto  el nivel de cohesión familiar e involucramiento de la madre o padre en la vida del joven adulto es alto, y dado que  vive en el hogar familiar bajo las normas de los padres, debe  sacrificar un porcentaje de su independencia respondiendo  a los requerimientos del hogar.

Esta dinámica se convierte en un juego de doble vía, donde  el joven asume una postura cómoda y a la vez ambivalente, donde se queja  de la actitud de sus progenitores pero continua actuando como un adolescente. Y  por otro lado los padres se sienten seguros al tener a su hijo cerca, pero se quejan de la actitud de rechazo hacia ellos, usando el control como herramienta de comunicación. Muchos jóvenes adultos manifiestan que sus padres parecen no reconocer  sus avances  y el respeto a su autodeterminación.

En consecuencia, en terapia hay que trabajar tanto individual como familiarmente, con el joven y con los padres.  El objetivo es que el joven mejore la comunicación con sus padres,  ponga sus límites, trabaje en su proyecto de vida y procure emanciparse evitando las conductas de riesgo. Para con los progenitores es necesario orientar la intervención  en el manejo del amor sin sobreprotección, la comunicación clara, los límites y el fortalecimiento del subsistema conyugal preparando los lazos para la fase de nido vacío.  Lograr que los padres reconozcan  las capacidades de su hijo y muestren confianza, ayuda a acercar y validar la relación parental.

Es legitima la preocupación de padres y madres cuando sus hijos tienen dificultades, muestran conductas de riesgo y síntomas emocionales que los alertan, pero es también relevante connotar la responsabilidad de ellos como adultos, y dueños de su propia vida.

La comunicación con amor, respeto y el trabajo en la confianza, es fundamental para preparar a las familias que manifiestan estos conflictos. “Los padres siempre serán padres” pero sin la necesidad de controlar constantemente a su hijo adulto.